Federico García Lorca

miércoles, 31 de marzo de 2010


Carta a un joven poeta, por Rainer Maria Rilke.
París, 17 de febrero de 1903.

Mí estimado señor:

Hallé su carta hace a penas unos días. Quiero darle las gracias por su gran afecto y confianza. Siento no poder hacer más; no puedo juzgar la forma de sus versos, porque la intención crítica está alejada demasiado de mí. No hay cosa más deficiente que tocar una obra de arte con palabras críticas. Siempre van a surgir interpretaciones equívocas más o menos felices. Las cosas nunca son tan evidentes y claras como generalmente se pretende hacernos creer. La mayoría de los hechos no tienen explicación lógica; se cumple en los espacios en los que jamás entró una palabra; y lo más inexplicable de todo es una obra de arte, existencia misteriosa, cuya vida es eterna y opuesta a la nuestra que se desvanece.

Después de esta advertencia, puedo añadir que sus poemas no tienen una forma propia, pero si tiene un callado y escondido principio de personalidad. Con mucha claridad lo percibo en la última poesía “mi alma”. En ella, algo particular en usted quiere llegar a fundir palabra y música. Y en el hermoso poema “A Leopardi” toma cuerpo una especie de cercanía con aquel grandiosos solitario. Sin embargo, estos poemas, aun no se mantienen por si mismos; no tienen independencia; ni siquiera el último y el dedicado “A Leopardi”. La amable carta que acompañó a sus poemas, me explica algunas deficiencias que encontré al leerlos, pero no puedo señalarlas.

Usted pregunta si sus versos son buenos. Me lo pregunta a mi. Anteriormente le preguntó a otros. Los lleva a las revistas. Los corteja con otros, y se preocupa porque algunas reacciones lo rechazan. Entonces (como usted me a permitido aconsejarlo), le suplico que abandone eso. “Usted mira hacia fuera y, es lo que no debe hacer ahora. Nadie puede aconsejarlo ni ayudarlo, nadie. Solamente existe una manera: entre en si mismo”. Descubra el fundamento que lo lleva a escribir; investigue si tiene raíces en el lugar mas profundo de su corazón; reconozca si para usted sería necesaria la muerte en caso de ser privado de escribir. Esto ante todo: en la hora mas callada de la noche: ¿debo escribir? Busque en lo mas profundo de si mismo la respuesta. Y si esta es afirmativa, si enfrenta esta grave pregunta con un seguro y sencillo “debo”, siendo así edifique su vida con forme a tal necesidad: su vida, aún y en la hora más insignificante y pequeña, debe ser signo y testimonio de ese acto. Trate de expresar como el hombre primigenio lo que ve y siente. Lo que ama y pierde. No escriba poesías de amor, sobre todo apártese de las formas demasiado comunes y que se encuentran con facilidad: son las más difíciles porque se necesita mucha madurez para aportar algo propio donde existen en cantidades buenas, y en parte, sobresalientes tradiciones. Por tal motivo, líbrese de los motivos generales y tome los que le ofrece su diario devenir. Muestre sus tristezas y deseos, los pensamientos que acuden a su muerte y su fe en algo bello; muestre todo eso con profunda sinceridad interior, serena, sumisa, y para expresarse use los objetos de su entorno, imágenes de sus sueños, y las cosas esenciales de sus recuerdos. Si su vida cotidiana le parece pobre, no la culpe, cúlpese a usted mismo, reconozca que no es suficiente poeta para encontrar en ellas sus riquezas, en los creadores no cabe la pobreza ni los lugares pobres e indiferentes. Y aunque usted estuviera en la cárcel sin poder percibir los rumores del mundo exterior, ¿no tendría siempre su infancia esa riqueza preciosa, grandiosa, fuente inagotable de recuerdos? Regrese a ella su mirada. Intente aflorar las brumosas sensaciones de tan inmenso pasado; se fortalecerá su personalidad, se acrecentara su soledad y se hará un lugar a la sombra, en el cual, el estrépito de los otros pasa de largo y lejano. Y si ese regreso a lo interior, de ese adentrarse a su propio mundo brotan versos, no acuda a nadie para saber si sus versos son “buenos”. Tampoco intentara que las revistas literarias se interesen en sus trabajos, pues los vera como una preciosa propiedad natural, un pedazo y una voz de su vida. Una buena obra de arte en buena cuando surge de la necesidad de crearla. En esa naturaleza de origen está implícito el juicio: no hay otro. Por eso mi querido señor, no podría darle otro consejo que este: penetrar en si mismo y encontrar las cosas mas profundas de su vida. Esa es la fuente en la cual usted encontrará la respuesta a su pregunta si debe crear; tómela como suene, sin explicaciones. Tal vez suceda que esta usted llamado a ser artista. Si es así, acepte el destino y llévelo con su sufrimiento y grandeza, sin preguntar jamás por la recompensa hallará afuera. Pues el creador debe ser de un mundo en si mismo, encontrar todo en si y en su propia naturaleza.

Tal vez después de esta comunión con su mundo interior y sus soledades, debe renunciar a ser poeta (sería suficiente como he dicho, sentir que se puede vivir sin escribir, para definitivamente no hacerlo). De cualquier forma, tampoco habría sido en vano el recogimiento interior en el que le insisto. En todo caso, partiendo de ahí, su vida encontrara sus propios caminos, y le deseo que sean dichosos, ricos y amplios, se los deseo mucho más de lo que soy capaz de expresar. ¿ que más le diría?. Creo haber realzado todo en su debida forma: para terminar, solo deseo aconsejarle que regrese en su evolución de forma sosegada y sincera: no podría sufrir un deterioro mas desastroso, si mira hacia el mundo exterior y espera de él una respuesta, a preguntas que solamente podrá contestar desde su interior, acaso, en la hora mas callada.
Fue para mí una alegría encontrar en su carta el nombre del profesor Horacek; conservo hacia ese bondadoso sabio, una profunda admiración y respeto que perdura en le tiempo. Si usted es tan amable le encomiendo que le haga conocer mis sentimientos; es mucha bondad de su parte que aún me recuerde, y lo se apreciar.

Ahora, le devuelvo los versos que me confió tan amistosamente. Agradezco de nuevo su cordialidad y confianza, de la cual, con esta sincera respuesta, dada en la mejor forma que sé, trato de hacerme un poco mas digno de lo que en realidad soy, por mi condición de desconocido para usted. Con fervor e interés. 

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